La AsAE ha publicado un reconocimiento a ecólogos y ecólogas, entre los cuales se encuentra Marcelo Cabido, miembro del IMBIV-CONICET-UNC, que se han destacado por su contribución a la Ecología. A continuación el texto de homenaje de la AsAE.
Marcelo R. Cabido se recibió de Biólogo en 1980 en la Universidad Nacional de Córdoba y de Doctor en Ciencias Biológicas en 1987, en la misma universidad. Desde muy temprano tuvo una clara pasión por las plantas y por la ciencia de la vegetación, lo que lo llevó a abandonar otras actividades para dedicarse plenamente al mundo académico y universitario. Su artículo “Contribución al conocimiento fitosociológico del sub-piso superior de pastizales y bosquecillos de altura de las Sierras de Córdoba (Argentina)”, publicado en 1986, incluye por primera vez tablas con el detalle de todas las especies que componen las asociaciones vegetales y fue un aporte pionero al conocimiento detallado de la vegetación del centro de Argentina, que hasta entonces había sido caracterizada solamente de modo muy general. En efecto, cuando Marcelo empezó a estudiar la rica vegetación de las Sierras de Córdoba, se sabía muy poco de las comunidades vegetales y los factores que la estructuraban. Marcelo miró con la lupa, hurgó en los rincones del Museo Botánico de Córdoba y despejó sus dudas taxonómicas con los especialistas, logrando desarrollar un conocimiento inédito sobre la vegetación de la región. Esos conocimientos y toda esa experiencia de campo le permiten, mirando desde lejos y desde la camioneta en movimiento, saber qué especies están conviviendo en un pastizal, o distinguir entre especies de Festuca sólo por una sutil diferencia de color o por si las come o no el ganado. Marcelo se ha transformado en una fuente de sesgo sistemático en los muestreos porque haciendo relevamientos de vegetación, él siempre encuentra más especies por cuadrado de muestreo que cualquiera de sus colegas. Pero no sólo estudió pastizales. En 1991 publicó “Contribución al conocimiento fitosociológico del Bosque Chaqueño Serrano en la Provincia de Córdoba, Argentina” en Phytocoenologia, la revista de la ciencia de la vegetación más importante en esos tiempos. Si bien comenzó por las sierras, luego recorrió las llanuras, haciendo relevamientos y describiendo la vegetación del resto de la provincia e incursionando en los llanos del oeste, entre Córdoba y San Juan. Gracias a su trabajo, hoy conocemos en detalle cómo son y donde están los distintos ensambles de plantas y cómo se asocian con el clima, la topografía y el uso humano. Siempre insistió sobre la importancia de dar a conocer los resultados de la investigación local a la comunidad científica internacional, a través de publicaciones del mayor alcance posible, en una época donde esto no era una práctica tan extendida en el ámbito nacional. Publicó más de 130 artículos científicos y numerosos capítulos de libros sobre la vegetación del centro de Argentina. Emprendió numerosas colaboraciones internacionales y fue miembro del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2007. Obtuvo varios reconocimientos por sus aportes científicos de parte de la Universidad Nacional de Córdoba y en 2011 fue incorporado como Académico Titular a la Academia Nacional de Ciencias.
Pasados los años noventa, y fiel a su idea de incorporar innovaciones metodológicas toda vez que fuera posible y relevante, empezó a integrar el trabajo de campo con imágenes de sensores remotos. Publica “Spatial patterns of the Chaco vegetation of central Argentina: Integration of remote sensing and phytosociology” y comienza a documentar la magnitud de la destrucción que estaban experimentando los bosques de la Provincia de Córdoba. Pero no se contentó con describir con excelencia la vegetación y señalar los problemas. Fue uno de los primeros en advertir y tratar de hacer gestiones para frenar ese desmonte acelerado. También colaboró de modo decisivo en la delimitación, creación y puesta en valor de áreas naturales protegidas. Por ejemplo, realizó una caracterización de la vegetación que se usa hasta hoy de la Reserva Natural Chancaní y jugó un papel fundamental en la creación del Parque Nacional Quebrada del Condorito, el primer parque nacional de la Provincia de Córdoba.
Ha sido un docente y mentor dedicado y generoso, contribuyendo a la formación de muchos discípulos y discípulas con todo lo que sabía y apoyando de modo entusiasta cuando tomaban direcciones propias. Formó a más de veinte estudiantes de posgrado y supo coordinar un grupo de trabajo donde la cooperación siempre ha primado por sobre la competencia. Dictó sus clases de Geobotánica y Biogeografía durante más de 30 años, siempre con dedicación, rigurosidad, humor y entusiasmo, trayendo novedades constantemente, nunca repitiendo las cosas de la misma manera. Quienes lo hemos acompañado en la docencia tenemos muy presentes sus enseñanzas y ejemplo. Si hay dos cualidades que lo distinguen son la generosidad permanente para compartir sus conocimientos y favorecer el crecimiento profesional de quienes vienen detrás de él y la dedicación a generar una investigación científica relevante tanto a nivel local como internacional. Siempre dijo y transmitió que hay que pensar en grande.
Esta reseña fue redactada por Alicia Acosta, Ana Cingolani, Sandra Díaz y Melisa Giorgis para el sitio web de la Asociación Argentina de Ecología