Muchos siglos atrás, los filósofos de la antigua Grecia explicaban los patrones de la naturaleza a partir de cuatro elementos básicos: el agua, el aire, el fuego y la tierra. Hoy, casi dos mil quinientos años más tarde, los científicos -herederos de aquellos sabios filósofos- continúan estudiando la relación entre esos mismos cuatro elementos y de qué manera son capaces de modificar a la naturaleza.
La Provincia de Córdoba es uno de los lugares ideales para este tipo de estudios, ya que la interacción entre esos cuatro elementos, sumado a la mano del hombre, ha producido en los últimos años transformaciones drásticas en el paisaje y en la biodiversidad de la región. Y uno de esos elementos, el fuego, ha sido un protagonista central en todos esos cambios.
En nuestro país, no son muchos los estudios que demuestren el efecto de los frecuentes incendios forestales en los ecosistemas, sobre todo en la región de bosques secos subtropicales, como los que existen en el noroeste de Córdoba. Un reciente trabajo en colaboración entre investigadores del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV-CONICET-UNC) y del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA-CONICET-UNCuyo), ha iluminado el camino para comprender cómo el fuego es capaz de moldear a la naturaleza a lo largo del tiempo.
Este trabajo, que estudió la influencia de los incendios sobre la diversidad vegetal y el suelo, fue realizado en una región de bosques secos subtropicales que se encuentra muy cerca de la ciudad de Carlos Paz, un centro turístico a pocos kilómetros de la capital de la Provincia de Córdoba.
En este caso la mano del hombre, a diferencia de todas las críticas que recibe sobre su mal manejo de la naturaleza, fue una gran aliada a la hora de comparar los efectos que produce el fuego en la naturaleza: la región seleccionada para esta investigación se encuentra separada en dos partes por la autopista que une la ciudad de Córdoba con Carlos Paz. Esta división artificial, existente desde 1971, contribuyó ampliamente para que ambas secciones sufrieran de manera diferencial la acción del fuego.
Antes que nada, es bueno precisar cómo puede conocerse la historia de los incendios en una determinada área, sobre todo cuando son regiones alejadas de centros urbanos y por lo tanto no hay registros oficiales de este tipo de eventos, ya sea que se originen de forma natural (por ejemplo, durante tormentas eléctricas) o artificial (debido a la negligencia humana). La mayoría de los árboles poseen la capacidad de “grabar” su historia en los anillos internos que forman parte de sus troncos. Debido a que el crecimiento de muchas plantas leñosas es típicamente estacional (por lo general aumenta en verano, cuando las condiciones son más cálidas y lluviosas, mientras que se detiene en invierno, cuando el clima es más frío y seco), ese desarrollo queda marcado en forma de anillos concéntricos bien diferenciados, correspondiendo cada uno a un año de la vida de ese árbol. Contando la cantidad de anillos que posee el tronco de un árbol (para lo cual no hace falta cortarlo, sino simplemente tomar una sección muy pequeña con una herramienta similar a un sacabocados), puede saberse su edad exacta. Pero también pueden “leerse” fenómenos que pudieron afectar su crecimiento y que dejaron cicatrices en el anillo del año en el que, por ejemplo, hubo una gran sequía o un incendio.
Hablamos de una “historia ambiental” que queda impresa en los anillos de crecimiento de los árboles.
A través de este tipo de estudios, los investigadores de este trabajo lograron conocer con gran precisión los años en que cada sitio estudiado sufrió grandes incendios, utilizando como modelo a uno de los árboles más emblemáticos y resistentes de la zona, el molle (Lithraea molleoides).
Estos árboles del centro del país son verdaderos “archivos naturales” que nos permiten entender los cambios ambientales pasados. De esta manera también lograron determinar que la periodicidad de los incendios fue muy diferente a ambos lados de la autopista. En la zona sur, cuyo aspecto recuerda mucho al de una sabana, descubrieron una alta incidencia de fuego en el pasado (al menos 10 incendios en los últimos 80 años), mientras que en la zona norte, más boscosa, se registraron muy pocos incendios en el mismo período de tiempo (entre 1933 y 2015). Este resultado les permitió comparar otros parámetros para comprender cuan influyente es la acción del fuego en la diversidad de la vegetación y en la calidad del suelo.
En primer lugar, se estudiaron los diferentes tipos de plantas que abundaban en ambas zonas, encontrándose una variabilidad bastante extrema. Mientras que la zona de baja frecuencia de incendios poseía una gran cantidad de árboles y plantas trepadoras, en la región que sufrió más eventos de este tipo se registró una mayor biodiversidad, pero con abundancia de arbustos, hierbas y pastos. En este último caso, el más abundante resultó ser el “pasto rosado” (Melinis repens), una especie exótica originaria de África y que es considerada una maleza nociva en varias partes del mundo en donde fue introducida.
Los estudios de suelo también mostraron cambios radicales entre ambas zonas. Si bien la cantidad de materia orgánica y los nutrientes del suelo parecían conservarse entre ambos sectores separados por la autopista, se registró una menor profundidad del suelo en el sector con más incendios, probablemente originada por la pérdida de cobertura vegetal y el alto grado de erosión a que esa zona fue sometida luego de cada incendio. Esta pérdida de suelo conlleva a una menor disponibilidad de nutrientes y agua, permitiendo que en esa zona crezcan aquellas plantas más resistentes a condiciones extremas, como el citado pasto rosado.
Si bien en la zona de alta incidencia de incendios también se pueden encontrar molles (aunque en un número mucho más bajo, como se ve en la foto de abajo a la izquierda), su capacidad de crecimiento se encontró muy afectada por el continuo efecto del fuego, demostrando que este tipo de fenómenos periódicos afecta de manera notable la productividad del bosque. Por otro lado, la abundancia de pasto rosado, que se adapta mucho mejor que otras especies a la pérdida de suelo, contribuiría en gran parte a que estos sucesos sean cada vez más frecuentes, ya que este tipo de plantas son altamente inflamables.
Todos estos resultados demuestran que una alta frecuencia de incendios en este tipo de bosques conduce a cambios drásticos en la abundancia vegetal, junto con una reducción en la profundidad del suelo debido a un mayor grado de erosión. Si este tipo de fenómenos persisten, es muy probable que la frecuencia de los incendios siga aumentando, y continuaría perdiéndose suelo hasta llegar a condiciones críticas que no permitan el desarrollo de la vegetación. Estos resultados no hacen más que demostrar que es necesario llevar a cabo acciones urgentes de restauración del bosque seco subtropical, tratando de evitar el inicio del fuego (particularmente el asociado con acciones del hombre) y disminuyendo el avance de especies exóticas como el pasto rosado. Comprender los efectos del fuego en la naturaleza es esencial para conservar la biodiversidad y plantear tareas de restauración, como así también para evaluar el desarrollo de actividades como la agricultura, la ganadería y el turismo.
Por: Dr. Alberto Díaz Añel (IMBIV-CONICET-UNC)
Colaboración: Dr. Esteban Kowaljow y Dr. Diego Gurvich (IMBIV-CONICET-UNC), y Dr. Mariano Morales (IANIGLA-CONICET)
Publicación citada: “A 55‐year‐old natural experiment gives evidence of the effects of changes in fire frequency on ecosystem properties in a seasonal subtropical dry forest” (2018). Kowaljow, E., Morales, M.S., Whitworth‐Hulse, J.I., Zeballos, S.R., Giorgis, M.A., Rodríguez Catón, M. & Gurvich, D.E. Land Degradation and Development 30(3): 266-277.
Enlace para descarga: https://doi.org/10.1002/ldr.3219