¿Alguna vez te preguntaste si plantas de una misma especie pero que viven en diferentes lugares podrían tener estrategias muy distintas para sobrevivir a los desafíos ambientales?
Un estudio reciente liderado por investigadores de nuestro instituto y publicado en el Journal of Arid Environments, sobre la planta conocida popularmente como quillo, nos cuenta una verdad fundamental: la diversidad genética dentro de una especie es crucial para entender cómo las especies han enfrentado los cambios climáticos del pasado y cómo se adaptarán a los del futuro.
Conociendo al Quillo
El quillo (Solanum elaeagnifolium) es una hierba perenne, altamente variable morfológicamente, que es nativa de las regiones semiáridas de América. En el sur de Sudamérica, es particularmente característica de ecorregiones como el Chaco y el Monte. Aunque en otras partes del mundo puede ser una maleza invasora con impactos agrícolas, en su rango nativo no presenta este comportamiento y su relevancia ecológica es notable.

Un descubrimiento genético crucial: dos linajes con preferencias distintas
Los investigadores identificaron dos linajes genéticos distintos de S. elaeagnifolium en Sudamérica, a los que denominaron linaje amarillo y linaje azul. Estos linajes no solo presentan distribuciones geográficas diferentes, sino que también están asociados con condiciones climáticas marcadamente distintas.
Para desentrañar estos patrones, el equipo utilizó análisis genéticos y modelos computacionales que permiten reconstruir la historia climática. Estas poderosas herramientas les permitieron reconstruir la distribución de la planta en el pasado (durante periodos glaciales e interglaciales), comprender su distribución actual y predecir cómo podría responder al cambio climático futuro.
Las preferencias climáticas de cada linaje
El estudio demostró que el linaje amarillo predomina en las llanuras del Chaco Seco y la ecorregión del Monte, y está asociado a condiciones más áridas. En contraste, el linaje azul es más común en el Chaco Húmedo y en las Sierras Pampeanas dentro del Chaco Seco, y tiende a ocurrir en ambientes más húmedos.
Una mirada hacia atrás en el tiempo
La historia evolutiva de estos linajes es profunda. Durante los vaivenes climáticos del Pleistoceno, que incluyeron períodos glaciales más fríos y secos alternados con períodos interglaciales más cálidos y húmedos:
- El linaje amarillo permaneció en el mismo territorio árido, casi sin moverse.
- El linaje azul, en cambio, experimentó muchos más cambios en su distribución: en tiempos secos se refugiaba en las montañas, y cuando el clima se volvía más benigno, expandía sus dominios hacia regiones más abiertas y húmedas.
Así, mientras uno eligió la estabilidad, el otro apostó por la movilidad.
El futuro que asoma
El presente nos coloca en un nuevo capítulo de la historia: el del cambio climático global. Y aquí la trama da un giro inesperado.
Las proyecciones para las próximas décadas sugieren que el linaje azul podrá mantenerse relativamente estable, apenas desplazándose hacia nuevas zonas más al noreste.
El linaje amarillo, en cambio, podría enfrentar un futuro más desafiante, con una potencial contracción significativa de su área, en comparación con su distribución actual.
Es decir, el linaje que antes resistía mejor, hoy podría ser el más vulnerable.

Arriba a la derecha: Diagrama de caja que muestra la distribución de las variables bioclimáticas para los linajes genéticos azul y amarillo de Solanum elaeagnifolium.
Abajo a la derecha: Modelos de distribución de los dos linajes de Solanum elaeagnifolium en los escenarios climáticos analizados.
Una lección oculta en el ADN
Lo que este estudio nos recuerda es que la biodiversidad no se mide solo contando especies. También se encuentra escondida en la genética interna de cada una de ellas.
Este estudio subraya la importancia crítica de considerar la variabilidad genética dentro de una especie al diseñar estrategias de manejo y conservación. Un enfoque que trate a toda la especie como una unidad podría pasar por alto las vulnerabilidades o resiliencias específicas de sus linajes.
Los hallazgos demuestran que no solo las especies, sino también sus linajes genéticos, responden de manera diferente al cambio climático. Integrar datos genéticos y ecológicos es vital para delinear unidades de conservación más precisas y garantizar la persistencia a largo plazo de la biodiversidad.
Más allá del quillo
El Chaco y el Monte atraviesan transformaciones profundas: deforestación, incendios, avance agrícola. Conocer cómo responden sus especies características no es un lujo académico: es una herramienta vital para la conservación.
Porque cuidar una planta no es solo cuidar una especie. Es también cuidar la riqueza de sus linajes, esas ramas ocultas de la evolución que le dan a la naturaleza más opciones para resistir los cambios.
El quillo, nos recuerda que la diversidad está muchas veces donde menos lo esperamos, y que el futuro de los ecosistemas depende también de esas diferencias invisibles que se esconden en el ADN.
Enlace a la publicación en el Journal of Arid Environments
Participaron de este trabajo: