Los bancos de semillas como fuentes de resiliencia de la vegetación en el bosque chaqueño
Resiliencia es una palabra de uso relativamente nuevo en nuestro idioma. Según la Real Academia Española es definida como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Si bien se la emplea en muchas situaciones (Nelson Mandela es señalado constantemente como un ejemplo típico de resiliente), este término viene utilizándose en otros idiomas desde hace siglos con otros significados, aunque siempre están asociados a su etimología latina, resilire: rebotar, recuperarse. En inglés comenzó a utilizarse en el siglo XIX en física mecánica para describir la fuerza y ductilidad de las vigas de acero, mientras que en las ciencias de la vida este término empezó a aplicarse en la ecología, cuando el ecólogo y entomólogo canadiense Crawford Stanley Holling introdujo este término en un trabajo científico publicado en 1973 que se tituló “Resilience and stability of ecological systems” (Resiliencia y estabilidad de los sistemas ecológicos).
Es así entonces que podemos decir que la resiliencia de los ecosistemas es la capacidad de estos últimos para recuperarse después de las perturbaciones que pudieran haber sufrido, tema que en estos últimos años ha recibido considerable atención. Es gracias a la importancia que ha adquirido este tema que se está avanzando cada vez más hacia la comprensión de lo que hace que un ecosistema sea resiliente y cómo esa resiliencia puede verse amenazada. Recientemente, y para responder a estos últimos interrogantes, investigadores del IMBIV-CONICET y de la FCEFyN -ambos de la UNC- han llevado a cabo estudios en el ecosistema del bosque chaqueño de Argentina, el bosque estacional más extenso de América del Sur.
La existencia de reservorios de biodiversidad, desde los cuales las especies pueden reclutar después de diversas perturbaciones, es un factor clave para la recuperación de los ecosistemas terrestres. Si estos reservorios tienen “memoria” de la vegetación de referencia, actuarán como fuentes de resiliencia y contribuirán a regenerarla. Sin embargo, ¿son los diferentes reservorios igualmente importantes para los diversos ecosistemas? El banco de semillas (el conjunto de semillas que permanecen latentes en el suelo) es, con mucho, el reservorio más estudiado. Es una práctica generalizada en los estudios de vegetación recolectar e identificar especies en el banco de semillas, como un esfuerzo por comprender la dinámica de la vegetación pasada y presente. Sin embargo, también es muy común encontrar muchas especies en la vegetación que no están presentes en el banco de semillas. Esto es especialmente cierto para los ecosistemas leñosos, donde otros reservorios, como el banco de semillas de hojarasca (semillas que están atrapadas en la hojarasca y no penetran en la capa de suelo) y el banco de plantas juveniles (individuos que permanecen en etapas inmaduras hasta que alcanzan el tamaño adulto), son importantes en el proceso de regeneración. Entonces, la primera pregunta que buscamos responder fue: ¿de dónde se regeneran las especies leñosas en el bosque del Chaco?
El ecosistema del bosque del Chaco ha experimentado importantes perturbaciones relacionadas con el uso de la tierra en las últimas décadas, que han afectado la vegetación y podrían tener consecuencias para la regeneración. Dado que la resiliencia del ecosistema puede verse comprometida cuando sus fuentes de resiliencia se ven afectadas por perturbaciones, nuestra segunda pregunta fue: ¿está afectando el uso de la tierra a los reservorios del bosque del Chaco?
Con estas preguntas en mente, describimos la vegetación de las diferentes comunidades que pertenecen al bosque del Chaco y que poseían diferentes historias de uso de la tierra. Recolectamos muestras de suelo y hojarasca e identificamos semillas de cada reservorio, y también registramos las especies presentes en el banco de plantas juveniles.
Descubrimos que todas las especies leñosas del bosque del Chaco podían encontrarse en los bancos de hojarasca y juveniles, lo que indicaría que la regeneración en este ecosistema depende estrictamente de la existencia de estos reservorios, mientras que parece no estar relacionado con la existencia de bancos de semillas. También identificamos que, aunque el banco de semillas de la hojarasca y los bancos de individuos juveniles son muy similares a la vegetación del bosque del Chaco en términos de composición de especies, dicha similitud disminuye a medida que se intensifica el uso de la tierra, comprometiendo la capacidad de estos reservorios para actuar como fuentes de resiliencia en un futuro.
Según nuestros resultados, los ecosistemas que han sufrido una baja intensidad en el uso de la tierra tendrán más oportunidades de recuperarse, principalmente porque preservan la “memoria” de la vegetación pasada en los bancos de hojarasca y juveniles. Sin embargo, si la regeneración depende fuertemente de estos reservorios, podría ser altamente vulnerable a las perturbaciones que actúan a nivel del suelo, como el fuego, la depredación de semillas o el consumo de las plántulas por animales herbívoros, que a menudo no afectan las semillas enterradas en el suelo. Estas ideas traerán nuevas preguntas que llevarán al desarrollo de futuros estudios que permitan mejorar nuestra comprensión de la dinámica de este ecosistema emblemático.
El artículo original en el que se basa esta nota fue publicado en el Journal of Vegetation Science, al cual se puede acceder a través del siguiente enlace:
https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/jvs.12842
Autores: M. Lucrecia Lipoma, Lucas Enrico y Alberto Díaz Añel