Cuando el fuego seca los ríos: lo que revelan las cuencas de las Sierras de Córdoba

Por qué los incendios en las sierras cordobesas pueden afectar el agua que llega a nuestras canillas

En lo más alto de las Sierras Grandes, donde nacen los ríos que abastecen a millones de personas en Córdoba, el agua parece fluir eternamente. Pero basta un fuego intenso para alterar ese delicado equilibrio. Un estudio realizado por un equipo del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV, CONICET-UNC) junto con el Instituto de Investigaciones Biológicas y Tecnológicas (IIBYT, CONICET-UNC), reveló que, tras un incendio, los arroyos de las cabeceras de cuenca pueden perder hasta la mitad del caudal durante la estación seca siguiente.

El trabajo, publicado en el Journal of Hydrology, comparó el comportamiento de doce cuencas quemadas y doce no quemadas en Pampa de Achala, la zona de mayor altitud del sistema de Sierras Grandes, donde se originan ríos fundamentales para el abastecimiento de agua potable en ciudades como Córdoba.

Un fuego que deja huellas en el agua

Los incendios en las sierras son un fenómeno recurrente, a veces desencadenado por el uso del fuego para el rebrote de pasturas. Sin embargo, cuando se queman las cabeceras de cuenca -las nacientes de los ríos-, las consecuencias pueden sentirse muchos kilómetros más abajo, en los valles y ciudades que dependen de esas aguas.

En 2015, un gran incendio afectó más de 9000 hectáreas en el sector alto de las sierras, incluyendo zonas del actual Parque Nacional Quebrada del Condorito. El equipo liderado por Ana Cingolani, investigadora del IMBIV, aprovechó esa situación para estudiar cómo el fuego altera el “pulso” de los arroyos serranos. Midieron los caudales un año después del incendio y los compararon con los registros de años sin fuego.

El resultado fue contundente: los arroyos que atraviesan áreas quemadas mostraron una disminución del 31 al 48% en el caudal durante el invierno siguiente, en comparación con los valores esperados si no se hubiera producido el incendio.

(a) Ubicación de los sitios de estudio en la provincia de Córdoba (en gris) dentro de Argentina y Sudamérica; (b) Ubicación y altitud de las sierras de Córdoba; (c) El sector de las tierras altas (por encima de los 1700 m s. n. m.) donde fueron seleccionadas las 24 cuencas de estudio.

Por qué el fuego reduce el agua disponible

A primera vista, podría pensarse que menos vegetación implicaría menos consumo de agua por parte de las plantas y, por lo tanto, más agua en los arroyos. Sin embargo, ocurre lo contrario. El fuego elimina la cobertura vegetal y deja el suelo expuesto, a menudo con una capa superficial hidrofóbica -repelente al agua- que impide la infiltración.

Cuando llegan las primeras lluvias, gran parte del agua escurre rápidamente en lugar de filtrarse al suelo y recargar las reservas subterráneas que alimentan los ríos en los meses secos. A esto se suma que, meses después del incendio, la vegetación rebrota vigorosamente y consume más agua de lo habitual durante el otoño e invierno, reduciendo aún más la disponibilidad en los cauces.

En conjunto, estos procesos explican por qué, un año después de un incendio, los ríos pueden llegar con menos agua al final del invierno justo cuando más se necesita.

Lo que ocurre arriba repercute abajo

Los ríos que nacen en las sierras cordobesas abastecen a más de tres millones de personas en la provincia. El río Condorito, y luego San José, que es el único que no tiene un dique, por ejemplo, recibe parte de sus aguas desde la Quebrada del Condorito, donde hasta hace pocos días se registraron incendios.

Según el trabajo de Cingolani y colegas, si las cabeceras se queman, el siguiente invierno los arroyos que alimentan estos ríos podrían tener menor caudal de lo normal, lo que a su vez se traduce en menos agua para las poblaciones aguas abajo.

Por eso, la gestión del fuego en las zonas altas es también una política de agua. Evitar incendios extensos en las cabeceras es clave para asegurar el flujo permanente de los ríos y proteger las reservas hídricas de toda la provincia.

Restaurar, prevenir, cuidar

Los autores del estudio destacan que reducir el área quemada cada año es fundamental para sostener los caudales y la calidad del agua. Las medidas incluyen controlar los incendios intencionales, restaurar sectores degradados y promover parches de bosques nativos menos inflamables dentro del paisaje de pastizales.

El fuego no solo transforma el paisaje, también altera la forma en que el agua circula por él. Cuando se quema la cabecera de un río, se afecta un sistema que conecta las cumbres con los hogares de toda la provincia.

El estudio aporta evidencia científica sólida desde el corazón de las sierras, y su mensaje resuena con fuerza cada vez que el humo cubre el horizonte: cuidar las cuencas altas es cuidar el agua de todos.

Referencia

Cingolani, A.M., Poca, M., Whitworth-Hulse, J.I., Giorgis, M.A., Vaieretti, M.V., Herrero, L., Navarro Ramos, S. & Renison, D. (2020). Fire reduces dry season low flows in a subtropical highland of central Argentina. Journal of Hydrology, 590, 125538.