La paradoja de luchar contra el hambre en países que son líderes mundiales en la producción de cultivos

El hambre cero es uno de los objetivos más desafiantes de las Naciones Unidas para alcanzar el desarrollo sostenible (entendido como la integración social, ambiental y económica). Algunos países de América Latina han desarrollado políticas socioeconómicas durante algunos periodos para intentar reducir la vulnerabilidad de amplios sectores de la población. Sin embargo, la inestabilidad política y económica de los principales productores de cultivos en Latinoamérica, como Brasil y Argentina, ha determinado ciclos de avances y retrocesos que obstaculizan la disminución del deterioro socioambiental. Es decir, estos países superan año tras año los millones de toneladas de granos producidas, aunque la inestabilidad sociopolítica provoca desnutrición o mal nutrición en buena parte de la población.

La industrialización de la agricultura y expansión de las tierras de cultivo sobre ambientes naturales aumenta la producción de granos exportables (commodities) pero disminuye la diversidad de especies y los servicios ambientales de los ecosistemas naturales. Sin embargo, no tenemos en claro cómo esa constante expansión de tierras para cultivar, la que afecta negativamente la biodiversidad, impacta sobre la capacidad de producir frutos y semillas en muchos cultivos. En un trabajo recientemente publicado1 examinamos el desarrollo agrícola en Brasil -ya que es líder en la producción de granos y a la vez megadiverso- durante las últimas seis décadas para entender mejor los efectos de la expansión agrícola sobre la diversidad funcional de los cultivos, en particular los que tienen rasgos especializados en sus flores para la interacción con polinizadores. Utilizamos la base de datos de la FAO, que proporciona información anualizada sobre la producción de cultivos desde 1961 hasta 2018. Las especies cultivadas se clasificaron según sus características reproductivas y niveles de dependencia de la polinización biótica, utilizados como indicadores de su diversidad funcional.

Los resultados muestran que las áreas de cultivo en Brasil se expandieron un 201,3 % entre 1961 y 2018. En particular, los cultivos dependientes de polinizadores se expandieron durante este período en un 305,2 %, mientras que los no dependientes lo hicieron en un porcentaje menor (125,3 %). La expansión de las tierras para monocultivos fue notable, abarcando el 88 % de la superficie total destinada a la agricultura en 2018, con un 45 % dedicado a la soja, una situación similar a lo que ocurre en Argentina. Esa expansión se relacionó de manera inversa con el cultivo de especies que presentan diversificación en sus características florales, particularmente con aquellas especializadas en la interacción con polinizadores. Las tendencias encontradas van en contra de alcanzar un sistema de producción de alimentos diversificado y que sea capaz de mitigar los impactos negativos de la expansión de las tierras de cultivo sobre la biodiversidad nativa y la provisión de los servicios de polinización para muchos cultivos. Es necesario promover prácticas agrícolas sostenibles y amigables con los polinizadores para mantener o mejorar un sistema de producción de alimentos nutricionalmente diversificado. Las prácticas que integren una mirada económica y socioambiental permitirán sostener mosaicos de tierras de cultivo, caracterizados por una alta diversidad funcional en las especies cultivadas, y que constituyan refugios para proteger a los polinizadores y los servicios de polinización.

Esta paradoja entre el aumento de la desnutrición en países líderes de la región que logran el aumento constante en la producción de cultivos la hemos analizado en detalle para Brasil, en otro artículo recientemente publicado2. La paradoja ilustra claramente que debemos desacoplar la producción de alimentos mecanizada a gran escala y las políticas socioambientales para mitigar el hambre. Los países Latinoamericanos ya producen suficientes alimentos y conocimientos para poder cambiar este escenario trágico. Las opciones que se vislumbran pueden ser complicadas, pero existen algunas iniciativas que se pueden implementar y cambiar el escenario actual. Por ejemplo, mantener en el tiempo políticas socioeconómicas efectivas que promuevan ingresos mínimos y acceso a alimentos para la mayoría de la población malnutrida, lograr mayores inversiones en educación básica (en particular la que incluya conciencia socio-ambiental para lograr la sostenibilidad social, económica y ambiental), invertir en sostener la agricultura familiar y promover el acceso a la tierra, garantizar la producción de alimentos sostenibles y diversificados que garanticen la soberanía alimentaria, entre otras.

Lograr el hambre cero requerirá mucho esfuerzo y será en el mediano plazo. Las políticas socioambientales y aquellas relacionadas directamente a la producción de cultivos en cada país, deberán integrarse no solo dentro de cada país y entre los demás países latinoamericanos, sino también las de las naciones industrializadas, para lograr detener la deforestación y pérdida de biodiversidad. Por lo tanto, acabar con el hambre debe ser una acción colectiva y no esfuerzos aislados de algunos países durante un corto tiempo. Los humanos estamos entrelazados con la biodiversidad y dependemos de ella para nuestra supervivencia y para poder enfrentar los problemas relacionados al cambio climático. El desafío central para la humanidad durante los próximos años será alinear políticas necesarias para intentar poner fin al hambre y alcanzar la sostenibilidad socioambiental.

Autor: Leonardo Galetto

Artículos

1Oliveira, W., Cruz-Neto, O., Tabarelli, M., Galetto, L., Peres, C. A., & Lopes, A. V. 2023. Markedly declining reproductive functional diversity of food plants in the world’s largest tropical country despite rapid cropland expansion. Agriculture, Ecosystems & Environment, 357, 108673.

2Oliveira, W., Galetto, L., Tabarelli, M., Peres, C. A., & Lopes, A. V. 2023. Paradoxically striving for food security in the leading food-producing tropical country, Brazil. One Earth, 6(5), 455-458.