Hace escasos días se produjo el trágico deceso de un ciudadano de Río IV por consumir el hongo venenoso Amanita phalloides, conocido como “hongo de la muerte”.
Desde el laboratorio de micología del IMBIV (CONICET-UNC) manifestamos nuestro enorme pesar por este suceso y nos parece importante difundir información que pueda ser útil para prevenir futuras intoxicaciones y eventuales muertes.
En primer lugar, queremos reiterar sobre que no debe consumirse ningún hongo silvestre que no esté identificado por un experto en el tema.
Amanita phalloides no es un organismo nativo de Sudamérica. Fue introducido con robles, álamos, pinos y otros árboles exóticos. Debido la proliferación de estas plantaciones, son cada vez más altas las probabilidades de encontrarla durante la recolección.
Uno de los principales riesgos es el de confundir especies no tóxicas con este hongo, o colectar muchos ejemplares de hongos comestibles y entre ellos, llevar por error uno de A. phalloides. Es por eso que la identificación basada en unos pocos de los ejemplares encontrados es muy peligrosa.
Son muchas las características a tener en cuenta a la hora de identificarlo, y además, son muy variables. La volva (la vaina en la base del pie resultante del desgarramiento de la cubierta universal del hongo), puede perderse durante la cosecha, o simplemente ser poco conspicua en algunos ejemplares. El color verdoso del sombrero también es engañoso, ya que puede estar muy atenuado hasta parecer al sombrero de un champiñón para el ojo inexperto.
La identificación competente implica muchos más caracteres, tales como las especies de árboles asociados, la forma del anillo, forma de inserción de las laminillas al pie, y, en caso de ser necesario, la forma y tamaño o reacciones químicas de las esporas al microscopio.
Cuando vemos que un experto colecta un hongo y nos muestra alguna característica particular, no tenemos que olvidar que suele haber más detalles que son sólo discernibles por quien tiene mucha experiencia. Es por eso que no tenemos que confiarnos de haber retenido los datos suficientes para la identificación.
El síndrome producido por esta especie mortal es conocido como “de latencia larga”, lo que indica que los síntomas y efectos de esta intoxicación se manifiestan diferidos en el tiempo, entre 5 y 12 horas después de haber consumido el hongo. Además, es frecuente que, luego de los primeros síntomas de malestar gastrointestinal, se produzca un alivio temporal. Esta mejoría no debe confundirse con una remisión del síndrome, ya que luego de algunas horas, los síntomas vuelven y el daño hepático suele ser irreversible. En muchos de los casos, el diagnóstico tardío hace que el trasplante de hígado sea la única solución. Por eso recomendamos que ante cualquier sospecha de haber ingerido un hongo venenoso, se busque ayuda médica inmediata.
Finalmente, queremos llamar la atención sobre las indicaciones para distinguir a un hongo venenoso de uno que no lo es. Todas estas recetas son falsas, o tienen un alcance limitado a cierta región. Sólo la identificación certera a nivel de especie puede indicarnos si se trata de un hongo comestible o no. En las redes sociales hemos observado muchos mitos que constituyen un gran peligro. Uno de los errores más difundidos en nuestro país, es que “todo lo que crece bajo los pinos es comestible”. En particular Amanita phalloides, el hongo más mortal que conocemos, puede ser encontrado en diversas provincias de nuestro país bajo pinos y muchas otras especies arbóreas.
Resaltamos que los hongos presentes en la Argentina no son venenosos al tacto y que sólo al ingerirlos pueden causar daño. Por esto, alentamos al contacto con la naturaleza y a todas las actividades que nos permitan disfrutar de ella de manera responsable, sin dañarla, y sin exponernos a peligros innecesarios.
Texto: Laboratorio de Micología del IMBIV-CONICET-UNC
Fotos: Dr. Carlos Urcelay (IMBIV-CONICET-UNC)